lunes, 26 de enero de 2009

Un motor de vida


“Hubo un momento, en el que estaba tocando en un show y había un pibe que estaba abajo del escen
ario y que sonreía de felicidad. Yo le vi los ojos y me di cuenta de que estaba haciendo feliz a alguien”.
Que haya empezado en la música por que hacía feliz a alguien, eso es lo que admiro, por esas cosas que sólo tiene un artista nato, una buena persona. Es una suerte que exista un ser, un artista de su embergadura, que no se deje llevar y que a una temprana edad (17 años) haya decidido dejar la abogacía para convertirse en músico, una vocación de la que hoy vivís y mañana no, sólo por la ingenuidad de que otro persona sea feliz a través de la música que dibujás con tus manos. Es una pena que un ser superior, algún Dios, tenga el capricho de no compartir a Gabriel con nosotros POR AHORA, por que todos sabemos que está luchando y está renaciendo.
Todos sabemos que nos va a deleitar con ese bajo que, como el dice no es el mejor pero que con él puede tocar cosas imperdibles, porque "Considera que no es el instrumento sino la persona la que hace el cambio en las cosas"; todos sabemos que va a volver con mil melodías en la cabeza, para seguir armando a catupecu, como si nada hubiera pasado, o más bien como si todo hubiera pasado; todos sabemos que va a volver con más sabiduría y con más fuerza que nunca; todos sabemos que Dios va a tener que esperar, porque Gabriel se va a quedar un rato largo con nosotros.
Te voy a esperar Gabriel, para agradecerte por la elcción de vida que tomaste, para agradecerte lo feliz que me hacés.
Te voy a esperar.

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